ACTUALIDAD: UNA LUZ QUE NUNCA SE APAGA

El sinuoso cauce del río Chambira atraviesa uno de los humedales más importantes de la Amazonía y del planeta. Con una extensión de más de 3,8 millones de hectáreas, dominadas en su mayoría por grandes extensiones de la palmera de aguaje Mauritia flexuosa, el Abanico del Pastaza es un humedal rico y diverso, que brinda importantes servicios ecosistémicos de provisión de agua potable y de regulación de las emisiones de carbono a la atmósfera. Pero además de los servicios ecosistémicos de provisión y regulación que brinda y la riqueza ecológica que atesora, el Abanico del Pastaza proporciona importantes servicios ecosistémicos culturales y acumula una riqueza cultural que sigue siendo poco conocida en la región, el país y el mundo, a pesar de que nos encontramos inmersos en la era del antropoceno digital y la información fluye a grandes velocidades por las arterias de fibra óptica que rodean el planeta.

En el Abanico del Pastaza se encuentran los territorios del pueblo urarina, un pueblo originario que ha sabido adaptarse a condiciones de inundación casi permanente y que tiene profundos conocimientos sobre las dinámicas que rigen sus ecosistemas, interrelacionándose con ellos y aprovechando de manera tradicional los ricos recursos que estos albergan.

Un arte en mano de las mujeres

Si surcamos el río Chambira, la primera señal de que nos encontramos en los territorios del pueblo urarina es la colorida indumentaria de sus mujeres, que contrasta con el fondo verde que brindan los bosques inundables de esta cuenca. Son las mujeres las que sostienen sobre sus hombros la identidad y los valores tradicionales del pueblo urarina. Su característica vestimenta, una apropiación cultural producto de los primeros contactos con la civilización occidental, se convierte hoy en día en una de sus señas de identidad. Los finos tejidos elaborados en un telar de cintura con la fibra de la palmera de aguaje, son, además de otra de sus señas de identidad, una muestra de resistencia a la marginación y al olvido, una manifestación cultural viva y simbólica que encarna y materializa el vínculo existente entre la conservación cultural y la ecológica, un patrimonio biocultural que no siempre es entendido ni tenido en cuenta por los actores que con diferentes propuestas de desarrollo llegan a los territorios urarinas.

No conocemos con certeza en que momento de la historia del pueblo urarina se adoptó la tecnología del telar de cintura. Existen diferentes hipótesis al respecto. Su cercanía territorial con los pueblos de ascendencia jíbaro-candoa en el pasado, pudo favorecer algunos intercambios de tecnología entre ellos. Recordemos que los pueblos jíbaros tuvieron, antes de la conquista incaica, un contacto permanente en diferentes periodos de tiempo con las culturas moche y chimú, asentadas en la costa norte peruana, una de las posibles zonas de origen, no la única, de la tecnología del telar de cintura. La transferencia de la tecnología pudo haber pasado de los pueblos de la costa a los pueblos jíbaros y de ahí a los candoas, quienes finalmente habrían transferido la tecnología al pueblo urarina.

Otra hipótesis sobre el origen de la tecnología del tejido en el pueblo urarina apunta a la transferencia por parte de los pueblos záparos que estaban asentados en la zona más septentrional, en lo que hoy son las provincias de Morona-Santiago y Pastaza en Ecuador. Algunas técnicas usadas por las mujeres urarinas para teñir las fibras de la palmera de aguaje, por ejemplo, recuerdan a las usadas por algunos pueblos andinos ecuatoriales, lo que reforzaría esta hipótesis.

Sea cual sea el origen de la tecnología del tejido, lo que hoy resulta evidente, es la vitalidad que aún tiene en el pueblo urarina, algo excepcional si observamos la erosión permanente que afecta actualmente a otras manifestaciones culturales de otros pueblos amazónicos.

La práctica tradicional del tejido sigue viva porque evoca el pasado del pueblo urarina, se constituye como el eje sobre el que giran los conocimientos tradicionales sobre el entorno que son transmitidos de generación en generación por las mujeres urarinas. La importancia del tejido como catalizador de conocimientos solo puede entenderse si tenemos en cuenta el patrón de residencia matrilocal del pueblo urarina, en el que las mujeres permanecen en la misma comunidad por muchas generaciones, siendo los hombres los que se trasladan a otras comunidades cuando consiguen pareja fuera de su lugar de residencia. Son las mujeres las que atesoran y transmiten los conocimientos, prácticas y valores vinculados a los ecosistemas que rodean sus comunidades. El tejido conecta, como si de una enciclopedia se tratara, todos estos conocimientos y los pone a disposición de las mujeres para su transmisión intergeneracional.  

Niñas del pueblo urarina con vestimenta típica

Naturaleza y cultura

El tejido tradicional urarina elaborado con la fibra de aguaje es el mejor ejemplo de la relación existente entre el conocimiento indígena y la conservación de los ecosistemas. El tejido depende del buen estado de conservación de los aguajales y los aguajales dependen de que el servicio ecosistémico cultural de la fibra, cosechada de manera tradicional y sostenible por las mujeres, siga vigente en las comunidades. En este sentido, tal como muchos investigadores vienen informando durante las últimas décadas, la erosión de los conocimientos, prácticas y valores tradicionales socavaría la resiliencia de los ecosistemas y, a la inversa, la degradación de los ecosistemas dañaría la salud de la cultura local que habita en ellos.

El tejido tradicional se convierte así en un indicador cultural que nos permitiría conocer el grado de conservación de la cultura urarina, pero también, porque no, el grado de conservación de sus ecosistemas. En base a esto, cualquier actividad económica que se pretenda desarrollar en sus territorios, debería establecer estrategias que permitan tomar decisiones en base a este y a otros indicadores culturales, asegurando que los impactos sobre las dinámicas culturales y sociales de las comunidades urarinas sean minimizados. Pensar no solo en la sostenibilidad ambiental, sino también en la sostenibilidad cultural en los territorios donde desarrollamos nuestras actividades, ya que naturaleza y cultura están íntimamente relacionadas en las comunidades indígenas amazónicas.

El Instituto de Investigaciones de la Amazonía Peruana, acompañado por socios nacionales y extranjeros, está invirtiendo recursos humanos y materiales para visibilizar y valorar la práctica del tejido tradicional fuera de las comunidades urarinas, no solo por el valor cultural y el simbolismo que aún tiene en las comunidades, sino también por su implicancia en la conservación de los ecosistemas inundables y porque puede favorecer ciertos emprendimientos económicos que, si se desarrollan adecuadamente, podrían satisfacer algunas necesidades básicas insatisfechas en las familias urarinas del Chambira.

Telar urarina listo para usar

La insoportable levedad de lo sostenible

Pero, de igual forma que ocurriría con cualquier otro tipo de actividad de promoción que pueda generar movimiento económico en las comunidades urarinas, la actividad de visibilización y valoración de sus tejidos tradicionales demanda indicadores claros que nos permitan monitorear los impactos culturales que se producen en las comunidades donde intervenimos, tales como el porcentaje de la producción textil para uso tradicional frente a la producción destinada a los mercados, el grado de modificación de los diseños y uso de los materiales, la disponibilidad de materia prima y distancia, el tiempo invertido diariamente en la actividad, entre otros.

Será necesario también establecer cual es la capacidad de carga de las mujeres urarinas, es decir, cuanto pueden tejer diariamente sin pasar la línea que afectaría la complementariedad del tejido con otras actividades desarrolladas por las mujeres diariamente, ni eliminar el espacio de diálogo, aprendizaje y ocio en el que este se desarrolla.

La sostenibilidad biocultural dependerá entonces de adaptar la demanda comercial a los parámetros marcados por la tradición y la cultura y no a la inversa, algo que no siempre es asumido ni entendido por algunas empresas que quieren iniciar bionegocios con productos naturales o culturales de los pueblos indígenas amazónicos. Si despojamos del valor cultural a los bosques y solo atendemos su valor económico, estaremos sometiendo a estos bosques a las implacables leyes de la oferta y la demanda, despojándolos de la coraza de protección que representan los valores culturales.   

Madre e hija tejiendo en telar de cintura

Joven urarina tejiendo

Lux perpetua

No tengo dudas de que las mujeres urarinas seguirán tejiendo en el futuro, sus tejidos evocan las vivencias y aprendizajes de muchas generaciones, convirtiéndose en el nexo que une el presente con el pasado, alimentando el sentimiento de identidad urarina y afianzando el apego y arraigo por el territorio. En la medida que sepamos integrar el valor cultural al económico, minimizando los impactos negativos y estableciendo indicadores culturales adecuados que nos permitan monitorear la presencia o no de estos impactos, podremos acercarnos al ideal de la conservación biocultural en la Amazonía.

No olvidemos que con cada una de sus tramas las mujeres urarinas nos hacen un gran favor, ya que sus tejidos son la principal garantía para la conservación de ecosistemas inundables como los aguajales, espacios de gran importancia para la región y el planeta. No hay un ejemplo mejor para explicar el vínculo naturaleza-cultura y la importancia que este tiene para la conservación de los ecosistemas inundables. Identidad, conservación y resistencia en un mundo cada vez más gris y menos diverso. 

Mujer urarina preparando la fibra vegetal para tejer

© Manuel Martín Brañas, Margarita del Águila Villacorta

Giovanni Pinedo Tejada

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