Caza sostenible: conservación, beneficio económico y nutrición
Durante miles de años, los pobladores amazónicos han aprovechado sosteniblemente la diversidad biológica existente en sus bosques. La caza y la pesca fueron sus actividades principales. El conocimiento desplegado sobre los ecosistemas amazónicos les permitió diseñar estrategias de aprovechamiento de la fauna muy eficientes, así como aplicar diferentes técnicas que se adaptaron perfectamente tanto a las particularidades geográficas de cada ecosistema, como a los hábitos y características particulares de cada una de las especies animales. El uso de armas de caza como la pucuna, el arco o la lanza, les permitió acceder a los animales de gran tamaño, también a los que tenían hábitos arborícolas. Las sofisticadas y eficientes trampas de caza, fabricadas con materiales naturales, permitieron su acceso tanto a las especies de gran tamaño, con hábitos solitarios, como a las especies pequeñas, entre las que se encontraban roedores y aves del sotobosque. El profundo respeto por el bosque, el uso de armas con mínimo impacto sobre los ecosistemas y la eficiencia en el reparto de la carne, definida dentro de cada grupo de parentesco y reciprocidad, aseguró el equilibrio en sus bosques.
Pero todo empezó a cambiar con la llegada de los primeros europeos a sus territorios. En un primer momento, los impactos sobre los ecosistemas no fueron tan dramáticos como los sufridos por los pueblos indígenas amazónicos.
Podemos decir, que los impactos sobre los ecosistemas amazónicos fueron “in crescendo” y alcanzaron su pico más elevado durante la segunda mitad del siglo XIX, cuando oleadas de colonos ávidos de ganancias económicas, impulsados por varias leyes estatales que potenciaban la colonización amazónica, empezaron a llegar a la Amazonía. La evangelización de los indios y el control geo político de los territorios amazónicos dio paso entonces a la explotación irracional de los recursos naturales. Los diezmados pueblos amazónicos fueron testigos de una segunda oleada de foráneos que ahora llegaban a destruir sus territorios tradicionales.
Si bien, en un primer momento la explotación se focalizó en algunas especies vegetales muy demandadas en occidente, como la quina, la zarzaparrilla o el caucho, las rutas comerciales recientemente abiertas favorecieron la incipiente salida de pieles de animales y aceite extraído de huevos de tortuga hacia Europa y América del Norte. Pero lo peor aún no había llegado.
En el siglo XX, después de la caída de los precios internacionales de las gomas y el consiguiente quiebre de la industria extractiva del caucho negro y del jebe en la Amazonía, se produjo lo que se conoce como el “boom de las pieles”. Se estima que para 1930, el tráfico de pieles y cueros de animales silvestres en la Amazonía representaba el 16% del total de sus exportaciones. Para 1960, trece años antes de que el Estado peruano fijara la prohibición definitiva para la caza de animales silvestres, se estima que anualmente se exportaban más de 270.000 pieles y cueros de animales silvestres amazónicos. Un impacto del que todavía los bosques no se han recuperado.
Si bien, las leyes prohibitivas y los controles sobre la caza furtiva fueron mayores a partir de 1970, no pudieron frenar el impacto permanente provocado por la caza menor que abastecía los mercados en las urbes amazónicas.
Hoy en día, el impacto ocasionado por la caza destinada a estos mercados es mucho más profundo, debido a que en las últimas décadas estas ciudades han crecido exponencialmente. Lejos de prohibir una actividad que es fundamental para la economía, la salud, la alimentación y el buen vivir de las comunidades rurales amazónicas, debemos pensar en estrategias que permitan generar beneficios basados en la conservación de los bosques y la caza responsable.
En este sentido, el IIAP desarrolla varios esfuerzos de investigación para convertir una caza poco
sostenible en una actividad plenamente sostenible en las comunidades rurales, tanto indígenas como mestizas, pero también para entender cómo funcionan los mecanismos de oferta y demanda de la carne en los mercados de los centros poblados y urbanos. Un mayor conocimiento de la actividad de la caza nos permitirá elaborar estrategias para el manejo de las especies que soportan un aprovechamiento controlado y además tienen más precio en el mercado, permitiendo además proporcionar insumos a las autoridades competentes para que adapten la normativa vigente a las necesidades de la población, sin afectar con ello la integridad de nuestros bosques.
“De todas las especies de caza aprovechadas en Loreto, las que conforman el mayor volumen de comercialización son el majás ( Cuniculus paca ), sajino ( Pecari tajacu ) y huangana ( Tayassu pecari ). Todas tienen características reproductivas que permiten soportar una moderada presión de caza”
Si la caza se realiza de manera ordenada, beneficiará a los pobladores locales, que dispondrán de animales durante todo el año, pero también a la conservación de los ecosistemas naturales. Pero si la caza se desarrolla de manera desordenada, provocará que algunas especies sean cazadas en exceso, siendo esta la principal amenaza
para nuestros bosques.
La disminución de las poblaciones de animales silvestres no solo afectará a la salud, nutrición y economía de los pobladores locales, puede implicar además la desaparición de los árboles de gran porte que crecen en nuestros bosques y que almacenan grandes cantidades de carbono en sus hojas y troncos. La enorme tarea de dispersión que cumplen los animales silvestres a veces pasa desapercibida para un observador externo, pero es de vital importancia para la regeneración y conservación de los bosques.
La actividad de la caza debe ser analizada de forma integral si queremos alcanzar la sostenibilidad, partiendo de estudios básicos que integrarán los aspectos ecológicos, sociales y económicos.
Por ello, es fundamental implementar estrategias de manejo, que sean cercanas culturalmente a las comunidades indígenas, quienes han tenido pocas oportunidades de desarrollo y fueron sometidas a
abusos y violencia durante las épocas de las “bonanzas extractivas”. El trabajo permanente y cercano con las comunidades indígenas y ribereñas, nos permitirá conocer mucho más de cerca la percepción que estas tienen de sus bosques y sus estrategias y conocimientos tradicionales para conservarlos. Estos conocimientos alimentarán planes de manejo delas diferentes especies de animales silvestres mucho más adecuados y adaptados a la realidad. El respeto por los bosques, implícito en las culturas originarias amazónicas, nos permitirá salvaguardar los bosques y mejorar la calidad de vida de las comunidades rurales amazónicas.
© Dirección de Investigación en Diversidad Biológica Terrestre Amazónica – IIAP.
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