CUANDO UNA LENGUA MUERE
Se estima que actualmente en el mundo se hablan unas 7.000 lenguas. De esas 7.000 lenguas, 2.500 están en serio peligro de extinción y solo 300 de ellas son habladas por más de un millón de personas. Es muy probable que en menos de un siglo nuestras hijas e hijos sean testigos vivos de como esta diversidad lingüística se reduce de manera inexorable a la mitad.
No cabe duda de que la extinción de una lengua es mucho menos mediática que la extinción de una especie animal o vegetal. Por lo general, ocurre en poblaciones humanas alejadas y poco conocidas, siendo un proceso lento y silencioso que pasa desapercibido para todos aquellos que no hablan esa lengua. Al fin y al cabo, las lenguas no pueden fotografiarse, y su agonía es difícil de visibilizar en las redes sociales; finalmente, son los propios hablantes los que deciden hablarlas o no, convirtiéndose esta proposición en la mejor justificación para la inacción de aquellos que podrían hacer algo para salvarlas. Pero, tal como veremos más adelante, dejando a un lado el desinterés de todos aquellos que hablan una lengua mayoritaria, la extinción de las lenguas minoritarias, muchas de las cuales son lenguas indígenas, tiene serias consecuencias para los que alguna vez las hablaron, pero también, aunque les parezca increíble, para aquellos que nunca supieron de su existencia.
Mientras escribo estas líneas, son varias las lenguas que agonizan en la Amazonía peruana. Es probable que se apaguen poco a poco y que las cenizas calientes de sus estructuras sintácticas perduren aún durante algún tiempo. Es lo que ha ocurrido, por ejemplo, con la lengua Omurano, una lengua aislada que fue hablada en el río Urituyacu y que oficialmente, a mediados del siglo XX, fue clasificada como extinta. Como rescoldos vivos de su existencia quedan algunos vocablos que son usados minoritariamente por la población asentada en el Urituyacu. No queda nada más. La pérdida de una lengua es el indicador más claro de la pérdida de una cultura. El planeta se hace cada vez menos diverso y esto nos debería preocupar seriamente.
La maldición de Babel
Pero, aunque ustedes no lo crean, la extinción de las lenguas no forma parte de la lista de preocupaciones de los hablantes de las lenguas mayoritarias a nivel mundial. La causa de este bajo interés por la preservación de la diversidad lingüística la encontramos en uno de los pilares de la tradición judeocristiana, el Antiguo Testamento (Maffi, 1999). En el libro del Genesis, leemos cómo los descendientes de Noé, únicos supervivientes del diluvio universal, construyeron una torre con el objetivo de alcanzar el cielo. Yahvé, el dios de Noé, decidió castigar tal osadía con la maldición de las lenguas. Todos hablarían lenguas distintas y así no se entenderían y no podrían concluir la torre de Babel, ni alcanzar el cielo (el término Babel proviene de la palabra hebrea baibál, que se traduce como confusión). Vemos, entonces, como para la tradición judeocristiana la diversidad de lenguas nace como una maldición, como algo negativo para el ser humano. Esta visión se ha mantenido hasta nuestros días y no son pocos los estados nacionales que han intentado extirpar la diversidad lingüística de sus territorios, acabar de una vez por todas con la maldición de Babel, causante de la confusión, del atraso y del subdesarrollo de aquellos que se expresaban en otra lengua.
Lo que olvidan estos nuevos redentores de la humanidad es que cada lengua representa una forma de percibir el mundo, de interactuar con todo lo que nos rodea, pero también, y esto es algo que no debemos olvidar, una forma de dar solución a los problemas, una perspectiva que suma al todo y no resta. En la época de globalización y de lenguas mayoritarias que vivimos, lo que prevalece es la incomprensión y la confusión producto del egocentrismo cultural y lingüístico. La muerte de las lenguas y culturas originarias es el reflejo de la hegemonía narcisista de la cultura occidental dominante.
Lenguas vibrantes
En el Perú actualmente existen 48 lenguas vigentes. De estas 48 lenguas, 21 están en peligro de extinción (MINCUL, 2023). ¡Hablamos casi de la mitad de la diversidad lingüística del Perú! Es muy probable que alguno de los lectores, sobre todo los más jóvenes, sean testigos de la muerte de alguna de ellas en un futuro no muy lejano. Lenguas como el Taushiro, el Resigaro, el Iquito o el Arabela están seriamente en peligro, con pocos hablantes y con procesos de recuperación poco eficaces o inexistentes.
Cada una de las lenguas indígenas que se hablan en nuestro territorio es un relámpago de la creatividad y el espíritu humano (Davis, 2014), es el vehículo para expresar sentimientos y percepciones, pero sobre todo es una herramienta que nos permite entender y comunicar las características y atributos de los entornos naturales en donde nos desenvolvemos.
Algo que diferencia a las lenguas indígenas de las lenguas mayoritarias habladas por la mayor parte de hablantes del planeta, es su capacidad de expresar el vínculo existente entre una cultura particular y sus entornos naturales, algo que las lenguas mayoritarias, sobre todo las occidentales, han perdido de manera general hace mucho tiempo, siendo este el principal reflejo de la ruptura del diálogo de estas sociedades con la naturaleza. Cuando una lengua pierde su contexto ecológico, los ecosistemas y la cultura expresada por esa lengua se vuelven más vulnerables.
Es por este motivo que es sumamente importante conservar las lenguas indígenas, pero también es sumamente importante conservar los conocimientos y valores culturales sobre los entornos naturales que son expresados a través de estas lenguas. Debemos evitar, por tanto, que las lenguas pierdan su contexto ecológico, ya que, si esto ocurre, dejarían de ser vibrantes (Mühlhäusler, 1996), perderían el medio vital donde se reproducen.
Hoy podemos encontrar lenguas indígenas vigentes que ya no son tan vibrantes como antaño, ya que han perdido mucho del contexto ecológico donde se reproducían y ya no son un vehículo adecuado para expresar valores y conocimientos vinculados a estos entornos naturales. Al contrario, podemos encontrar lenguas minoritarias, consideradas incluso en peligro, que todavía son vibrantes. Los esfuerzos que hagamos para recuperar las lenguas deben estar acompañados de esfuerzos para recuperar y revalorar los conocimientos y valores de estas culturas originarias.
Las evidencias científicas sobre la relación existente entre la degradación de los ecosistemas y la pérdida de las lenguas y las culturas originarias son cada vez mayores. Si una lengua deja de ser vibrante o desaparece, la cultura que se expresa con esa lengua pierde la capacidad de interpretar los entornos y de comunicar los cambios, debilitando su vínculo con la naturaleza. La pérdida de la diversidad lingüística en el planeta tiene consecuencias directas sobre la conservación de los ecosistemas, afectando también a los hablantes de las lenguas mayoritarias. La diversidad lingüística y cultural coexiste con la diversidad biológica, si una se debilita, la otra se verá afectada de manera directa (Gorenflo et al., 2012).
La educación como caballo de Troya
Uno de los mitos griegos que más llamaron mi atención de niño, fue el del Caballo de Troya, un artilugio de madera y latón con forma de caballo que permitió a los aqueos ingresar a la ciudad fortificada de Troya. El caballo, que tenía en su interior una cámara donde se escondieron los guerreros aqueos, fue dado como presente a los troyanos en muestra de respeto y capitulación. Finalmente, aprovechando el festejo y la oscuridad de la noche, los guerreros salieron de su escondite, abrieron las puertas de la ciudad y destruyeron Troya. Este relato es recogido por Homero en su inmortal obra La Odisea (lectura que les recomiendo, ya que como decía Borges, la Odisea cambia como el mar, cada vez que la abrimos siempre hay algo distinto que nos sorprende).
La educación formal es el caballo de Troya que la sociedad occidental ha introducido en el mismo centro de las comunidades indígenas. Al principio tuvo como principal objetivo la alfabetización de las poblaciones indígenas, una alfabetización que se hacía en castellano y que no priorizaba los aprendizajes en la lengua materna. Posteriormente, gracias a la lucha de las organizaciones indígenas, se priorizó la Educación Intercultural Bilingüe como estrategia educativa en las comunidades indígenas. El principal problema es que la EIB adoptó un fuerte sesgo occidental, favoreciendo el uso de la lengua materna, pero priorizando los aprendizajes occidentales, sin integrarlos a los conocimientos, ni a la educación tradicional de los pueblos indígenas. Las escuelas se llenaron de profesores bilingües que enseñaban en su propia lengua, pero bajo la lógica educativa occidental.
Foto 1. La EIB debe integrar los conocimientos, prácticas y valores tradicionales con los conocimientos modernos.
La EIB debería haber sido enfocada de manera integral, de la misma forma que se construye el pensamiento integral indígena. La lengua no puede ser separada de la cultura, debe ser el vehículo por el que una cultura se reproduce. Algunas iniciativas, como la del Programa de Formación de Maestros Bilingües de la Amazonía Peruana – FORMABIAP, han demostrado que una EIB integral basada en los conocimientos, prácticas y valores de los pueblos indígenas es posible y necesaria.
Silencio
Imagínese querido lector si de todas las especies de aves que habitan los bosques solo quedara una. El bosque perdería sonoridad, solo escucharíamos el canto de esa especie, pero también perdería su capacidad de equilibrio, las funciones específicas desarrolladas por cada una de las especies se abandonarían, generando cambios que finalmente afectarían a la única especie de ave sobreviviente. La diversidad de un ecosistema favorece la resiliencia frente a los cambios. A menor diversidad, los ecosistemas pierden su capacidad de recuperación.
Algo parecido ocurre con las lenguas. La diversidad lingüística es el mejor indicador existente de la diversidad cultural y, por lo tanto, de la enorme diversidad de percepciones, motivaciones, anhelos y soluciones que han permitido al ser humano avanzar en el proceso evolutivo terrestre de manera bastante eficiente. Cuando una lengua muere, no solo se silencia el sonido que emite cada uno de sus hablantes, se extingue una parte de la llama de creatividad del espíritu humano que favorece nuestra existencia en el planeta.
El historiador y filósofo mexicano Miguel León Portilla lo expresó de manera magistral en el siguiente poema traducido de la lengua Náhuatl con el que cierro esta reseña:
“Cuando muere una lengua
las cosas divinas,
estrellas, sol y luna;
las cosas humanas,
pensar y sentir,
no se reflejan ya
en ese espejo.
Cuando muere una lengua
todo lo que hay en el mundo,
mares y ríos,
animales y plantas,
ni se piensan, ni pronuncian
con atisbos y sonidos
que no existen ya.
Cuando muere una lengua
entonces se cierra
a todos los pueblos del mundo
una ventana, una puerta,
un asomarse
de modo distinto
a cuanto es ser y vida en la tierra.
Cuando muere una lengua,
sus palabras de amor,
entonación de dolor y querencia,
tal vez viejos cantos,
relatos, discursos, plegarias,
nadie, cual fueron,
alcanzará a repetir.
Cuando muere una lengua,
ya muchas han muerto
y muchas pueden morir.
Espejos para siempre quebrados,
sombra de voces
para siempre acalladas:
la humanidad se empobrece”.
Referencias bibliográficas
Davis, W. (2014). Los guardianes de la sabiduría ancestral. Sílaba Editores. 220 p.
Gorenflo, Larry & Romaine, Suzanne & Mittermeier, Russell & Walker-Painemilla, Kristen. (2012). Co-occurrence of linguistic and biological diversity in biodiversity hotspots and high biodiversity wilderness areas. Proceedings of the National Academy of Sciences of the United States of America. 109. 8032-7. 10.1073/pnas.1117511109.
Maffi, L. (1999). Linguistic diversity. En: Posey, D. A (ed.), Cultural and spritual values of biodiversity. United National Environment Programme, pp 21-57.
Ministerio de Cultura. (2023). Registro Nacional de Lenguas Indígenas u Originarias del Perú. Lima, Perú. Ministerio de Cultura.
Mühlhäusler, P. (1996) Linguistic Ecology: Language Change and Linguistic Imperialism in the Pacific Rim. Routledge, London.