El ecosistema de Tahuampa: Retos y oportunidades para las comunidades amazónicas

Es extenso. Es muy visible. Es el ecosistema más densamente ocupado en la Amazonía baja fuera de las ciudades. Produce gran parte de los alimentos y recursos forestales, y alberga los recursos renovables con más potencial para ayudar a sacar de la pobreza a la postergada región amazónica, especialmente en Loreto y Ucayali. Y, sin embargo, ha sido en buena medida ignorado históricamente por los hacedores de políticas de gestión y desarrollo, y en buena medida está excluido del aprovechamiento forestal formal por el marco legal vigente. Se trata del ecosistema de los bosques inundables amazónicos y los humedales asociados, conocidos como “tahuampas” en la selva peruana.

Este complejo, que de acuerdo con el IIAP suma más de 15 millones de hectáreas, incluye los ecosistemas más productivos de la Amazonía peruana, las llamadas “tahuampas de agua blanca”. ¡Es decir, las áreas estacionalmente inundables en las cuencas bajas de ríos con nacientes en los Andes, porque sus ricos suelos aluviales reciben con cada creciente una nueva carga de nutrientes arrastrados desde la cordillera; estas áreas son conocidas en la literatura internacional por la palabra brasileña “várzea”. Típicos ríos de aguas blancas en Perú son el Amazonas y sus mayores afluentes, Ucayali y Marañón, y otros grandes ríos con nacientes en los Andes, como el Ene, el Perené y el Huallaga, así como el Pastaza, el Morona y el Napo, estos últimos con nacientes en los Andes ecuatorianos, y el Putumayo, en los Andes colombianos. También pueden considerarse tahuampas de aguas blancas las cuencas bajas de algunos afluentes menores, cuando drenan parte de la llanura de inundación de estos grandes ríos (como por ejemplo el Yarapa, el Yanayacu y el Tahuayo), al sur de Iquitos.

En contraste con las tahuampas de agua blanca, los suelos no inundables son en su mayoría extremadamente ácidos y pobres, y por tanto poco aptos para la agricultura o la ganadería. Las tahuampas de aguas negras o claras tampoco son particularmente productivas, porque los ríos que las inundan tienen sus nacientes en el mismo llano amazónico y no arrastran apenas sedimentos, siendo sus aguas bastante ácidas y pobres en nutrientes. Un ejemplo típico de este tipo de bosques inundables es el río Nanay, en Loreto: todos saben que en sus orillas inundables no se puede sembrar ni yuca, y hasta las plantaciones del camu camu, pese a que crece espontáneamente en algunos lugares, fracasaron estrepitosamente, porque producen una décima parte que las instaladas en las orillas del Marañón o del Ucayali.

Las tahuampas de aguas negras y claras proveen también buenas cantidades de pescado y otros recursos, gracias a que los peces, quelonios y otros animales se alimentan durante la creciente en el bosque inundado”.

Además de la mayor parte del plátano, yuca, arroz, maíz, frijol y otros alimentos que son cultivados en restingas y barriales, las áreas inundables, y en especial las de los ríos de agua blanca, producen el pescado y buena parte de la fauna silvestre que alimenta a las comunidades amazónicas, los frutos comestibles e industrializables de cientos de millones de palmeras silvestres, y buena parte de la madera aprovechada comercialmente en la selva. Las tahuampas de aguas negras y claras proveen también buenas cantidades de pescado y otros recursos, gracias a que los peces, quelonios y otros animales se alimentan durante la creciente en el bosque inundado.

Arrozal en un barrial del río Marañón. Las áreas inundables son de vital importancia para la soberanía alimentaria de la Amazonía.

Los bosques inundables por los ríos de aguas blancas han sido intensamente explotados en el último siglo, pero siguen produciendo madera comercial en buenos volúmenes, debido a la alta tasa de regeneración, así como a la abundancia y al crecimiento rápido de algunas de las especies más comerciales. Sin embargo, buena parte de esta madera sigue siendo ilegal, porque los bosques de producción permanente, y por tanto, las concesiones forestales vigentes, se localizan en casi su totalidad en los bosques no inundables, y muchas de las comunidades ribereñas (consideradas no indígenas) no han podido formalizar la titulación de sus territorios.

Sin embargo, los bosques inundables han soportado históricamente la mayor presión extractiva de madera, por su accesibilidad, por la presencia de especies de alto valor comercial (incluyendo caoba y cedro en el pasado, ahora casi extirpados), y por la facilidad de extracción, aprovechando las crecientes de los ríos. El mayor volumen lo constituyen actualmente las especies llamadas “de madera blanca”, como lupuna (Ceiba pentandra), capinurí (Maquira coriacea), cumala del bajo (Virola pavonis) y marupá (Simarouba amara). También, más recientemente, son aprovechadas intensamente dos especies abundantes en estos ecosistemas: la capirona (Calycophyllum spruceanum) y la bolaina blanca (Guazuma crinita).

Los bosques inundables soportan la mayor presión extractiva de madera de toda la Amazonía.

La raíz de esta situación quizás esté en un conjunto de viejas normas, que han calificado estas áreas casi como intangibles. Por ejemplo, el artículo 1° del D.S. N° 12­94­AG declara como áreas intangibles los “cauces, riberas y fajas marginales de los ríos…”, quedando prohibido su uso para fines agrícolas y asentamiento humano; también el Reglamento de la Ley de Tierras, Ley N° 26505 (D. S. N° 11­97­ AG) incluye en las zonas de protección ecológica a las áreas adyacentes a los cauces de los ríos. Similar tenor tienen otras normas más recientes, incluyendo la Ley de Recursos Hídricos, pues heredaron en buena medida este enfoque “proteccionista”.

La interpretación de estos dispositivos ha impedido en la práctica el otorgamiento de derechos en las áreas inundables…”.

La interpretación de estos dispositivos ha impedido en la práctica el otorgamiento de derechos en las áreas inundables (exceptuando permisos para cultivos anuales), incluyendo la titulación de predios urbanos en ciertos barrios de Iquitos, así como la inscripción de plantaciones forestales de especies promisorias como capirona o bolaina, o de cultivos permanentes como el camu camu, lo que limita el acceso al crédito y a muchas oportunidades de negocio. Buena parte de la madera que se ha extraído y exportado desde Loreto y Ucayali en estas últimas décadas provenía de estos bosques inundables, y por eso las altas tasas de informalidad. La carga de barco Yacu Kallpa, intervenido el 2015 en México por transportar madera ilegal, estaba compuesta en buena medida por especies provenientes de bosques inundables: más del 80 % era cumala del bajo y capirona.

La protección legal de las riberas, muy razonable en los ríos costeños y andinos, no tiene mucho sentido en la selva baja, donde el cauce de los grandes ríos migra constantemente, erosionando cada año de una orilla (a veces grandes extensiones) para depositar en la otra, en playas y barriales; es por ello que estos ecosistemas son tan dinámicos, resilientes y productivos, y por eso han estado siempre intensamente ocupados por las poblaciones amazónicas, a pesar de las limitaciones creadas por las crecientes estacionales. Muchas especies de árboles han evolucionado para crecer en estos ecosistemas tan dinámicos y tienen una alta tasa de regeneración y crecimiento muy rápido, lo que favorecería un manejo forestal sostenible. No por casualidad en estas riberas se asienta el mayor número de comunidades amazónicas en selva baja.

La formalización de derechos en estas áreas, incluyendo los derechos de acceso a los recursos forestales y acuáticos, y la titulación de cientos de comunidades ribereñas asentadas en las riberas, es clave para dinamizar la economía de la selva baja. Para volver al caso del recurso forestal, está pendiente de aprobación una iniciativa impulsada desde el 2016 por los gobiernos regionales de Loreto y Ucayali, en coordinación con el Servicio Nacional Forestal y de Fauna Silvestre ­ SERFOR y el Ministerio del Ambiente ­ MINAM, para formalizar el aprovechamiento, a través de declaraciones de manejo de las comunidades ribereñas, de cinco especies de rápido crecimiento: capirona, cumala del bajo, bolaina, marupá y carahuasca (Guatteria spp.).

…el shihuahuaco tiene ciclos de vida mucho más largos: actualmente se están talando árboles de entre 250 y 1.000 años o más, y para llegar al diámetro mínimo de corta legal en un bosque primario requiere no menos de 200 años”.

Estas especies, a diferencia de las que crecen en bosques no inundables, pueden alcanzar altas densidades por hectárea, y varias de ellas rebrotan cuando se las tala, acelerando el proceso de reposición, que varía entre 6 años para la bolaina y unos 15 de la capirona (la tercera parte, si es para aprovechamiento como madera redonda). En comparación, el shihuahuaco (Dipteryx spp.), especie muy explotada en bosques no inundables en Ucayali y Madre de Dios (en Loreto es muy escaso) tiene ciclos de vida mucho más largos: actualmente se están talando árboles de entre 250 y 1.000 años o más, y para llegar al diámetro mínimo de corta legal en un bosque primario requiere no menos de 200 años.

La capirona, que tiene una madera de muy buena calidad para elaboración de muebles y otros usos, crece como se ha dicho rápidamente y, en su hábitat de preferencia (ciertas áreas de reciente sedimentación) con altas densidades, hasta varios cientos de individuos por hectárea en algunos casos. En comparación, el shihuahuaco, en el mejor de los casos tiene entre 0,3 y 0,4 individuos por hectárea.

Balsa de madera en el río Napo. El aprovechamiento de madera en zonas inundables podría ayudar a sacar de la pobreza a las comunidades amazónicas.

Una medida como la propuesta para formalizar el aprovechamiento consuetudinario de maderas de rápido crecimiento en riberas de los ríos por comunidades, junto con otras en la agenda amazónica, ayudará sin duda a sacar de la pobreza a miles de familias ribereñas y contribuirá a abastecer a la alicaída industria forestal peruana. El Comité Nacional de Humedales está actualmente evaluando alternativas para ayudar a formalizar y promover un mejor aprovechamiento de estos productivos ecosistemas con las autoridades competentes que lo integran (que, además del MINAM, incluyen al SERFOR y a la Autoridad Nacional del Agua ­ ANA).

© José Álvarez Alonso ­ Dirección General de Diversidad Biológica MINAM.

Giovanni Pinedo Tejada

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