Darwin y Wallace: de la conjetura científica a la teoría compartida
El 24 de noviembre de 1859 se publicó el libro “El origen de las especies”, obra en la que su autor, Charles Darwin, exponía la teoría que haría temblar los cimientos de la ciencia y escandalizaría a los sectores de la sociedad victoriana que mantenían la férrea convicción de que todas las formas de vida habían sido creadas por Dios. Pero la teoría de la evolución por selección natural no fue producto de una inspiración súbita, sino más bien, fue el producto de muchos años de trabajo científico y observación detallada en el campo. Si bien, el libro de Darwin supuso el despegue definitivo de la teoría, fue el 01 de julio de 1858 la fecha en la que la teoría sería presentada formalmente a la comunidad científica y contrariamente a lo que se piensa, el documento titulado “On the tendency of Species to form Varieties” no solo tenía la firma de Charles Darwin, también tenía la de Alfred Russell Wallace.
Alfred Russell Wallace, naturalista británico que había recorrido durante años el Amazonas y el archipiélago malayo llegó de manera independiente a la misma teoría a la que había llegado Darwin. Si bien, Darwin ya tenía todo muy claro en 1836, año en el que finalizó su célebre viaje en el Beagle, no hizo públicos sus resultados por temor a que fuera marginado en el círculo científico victoriano al que pertenecía. Fue Alfred Wallace el que se contactó con él a través de una carta en la que le pedía su opinión sobre su teoría. La carta del ingenuo y desprendido Wallace asombró a Darwin y lo motivó a publicar los resultados que mantenía guardados hacía dos décadas. Si bien, Darwin podría haber ignorado a Wallace y haber presentado la teoría de manera individual, no lo hizo así y en una muestra de desprendimiento y cooperación científica coordinó con Wallace y ambos escribieron y firmaron la nota científica. Hoy nos puede parecer lógica la reacción de Darwin, pero no lo era tanto en una época caracterizada por las disputas y peleas legales entre científicos que buscaban el reconocimiento de sus descubrimientos.
La teoría de la evolución representa el tesón y esfuerzo de los científicos para lograr entender el mundo en el que vivimos, pero también el altruismo y desprendimiento que caracteriza a la ciencia moderna y que no deberían ser erosionados por intereses privados ajenos al bien común de la humanidad. Si bien, después de la publicación de su libro, Darwin fue considerado como el padre de la teoría y su fama fue mundial, no debemos olvidar la figura de Wallace, que con su humildad y rectitud permitió que la teoría viera la luz y fuera aceptada por la comunidad científica. Hoy en día, a pesar de que la teoría de la evolución es ampliamente aceptada en todo el mundo, sigue recibiendo los ataques de los sectores creacionistas que niegan las múltiples evidencias científicas que la avalan. Allí estarán científicos como Darwin y Wallace para defender la verdad científica que emana de esta hermosa teoría.