Un poco de Historia: La Química del Curare

Curare es el término genérico usado para referirse a varios de los preparados venenosos usados por los pueblos amazónicos en sus actividades de caza. Con la llegada de las armas de fuego, hoy son pocos los pueblos indígenas que los siguen utilizando. El primero que usó el nombre “ourari” fue Lawrence Kemys, expedicionario inglés que en 1596 llegó a la Guayana inglesa y colectó diferentes especies vegetales venenosas usadas por los indígenas. El nombre genérico pronto adoptó la forma definitiva conocida hoy en día. El primer científico que realizó colectas botánicas para identificar las especies venenosas usadas para la preparación del curare fue Charles Marie de la Condamine, en 1735. No obstante, el mecanismo de acción de estos preparados no fue conocido hasta el siglo XIX, cuando Claude Bernard informó sobre sus efectos paralizantes y la interferencia que provocaban en los impulsos eléctricos enviados por el cerebro.

En el siglo XX, gracias a las investigaciones de Henry Dale, Wilhelm Feldberg y Marthe Vogt, se descubrió que la molécula acetilcolina intermediaba entre los impulsos eléctricos emitidos por el cerebro hacia los músculos. El curare bloqueaba la molécula acetilcolina, provocando una parálisis temporal en el animal que era alcanzado con un dardo envenado. Gracias a la colecta realizada por Richard Gill en las selvas ecuatorianas en 1939, se pudo conocer que las plantas usadas por los indígenas amazónicos pertenecían principalmente a dos familias botánicas, Menispermaceae y Loganiaceae, a las que pertenecían dos de los géneros más usados para la elaboración del curare, Chondrodendon y Strychnos.

Gracias a la colecta de Gill, el científico Horace Holliday, bajo los auspicios de la empresa Squibb & Sons, elaboró un extracto de curare bautizado como Intocostrin. En 1942 el médico cirujano Harold Randall Grifith, utilizó el Intocostrin en una operación como complemento a la anestesia con gas ciclopropano. El Intocostrin relajaba los músculos, minimizando el dolor y facilitando la operación al evitar los espasmos musculares. En 1943, Oskar Wintersteiner y James Dutcher, aislaron de la especie Chondodendron tomentosum una sustancia cristalina a la que llamaron tubocurarina (cloruro-d-tubocurarina), descubriéndose posteriormente que era la misma sustancia que formaba parte del principio activo del Intocostrin. La tubocurarina, procedente de plantas amazónicas, permitió conocer los efectos de los bloqueadores neuromusculares e impulsó la elaboración de medicamentos de síntesis que hoy en día son ampliamente usados en la práctica anestésica.

Juan Jose Bellido

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