Los aguajales: humedales de la Amazonía

De acuerdo al calendario ambiental, cada dos de febrero celebramos el Día Mundial de los Humedales, espacios únicos y vitales para la humanidad. Aunque solo cubren un pequeño porcentaje de la superficie de la Tierra, los humedales son considerados como las arterias y las venas del paisaje terrestre.

Al escuchar la palabra humedales, nos imaginamos un lugar muy húmedo y eso es precisamente lo que son, lugares donde el suelo se encuentra saturado de agua, característica que les permite acumular una gran cantidad de materia orgánica que no se descompone, convirtiéndose en verdaderos sumideros de carbono que reducen las emisiones de CO2 a la atmósfera. Los humedales existen en todo el planeta, en las selvas tropicales de América, África o Asia, pero también en la extensas tierras del Norte de Europa cubiertas por musgo y otras especies vegetales especializadas.

Los humedales nos brindan un sin número de beneficios. Son una fuente importante de agua dulce y el hábitat para una gran variedad de fauna acuática, terrestre y de aves, proveen productos que sirven como materia prima para la construcción, recursos alimenticios, medicinales y ornamentales, aportan belleza escénica y tienen potencial recreativo y educacional, regulan los ciclos hidrológicos y de carbono, entre otros.

A pesar de las múltiples funciones y beneficios que nos ofrecen los humedales, los humanos los hemos alterado y modificado drásticamente, siendo hoy en día imprescindible su conservación y protección.

Según la convención RAMSAR, convenio internacional que se firmó en la ciudad de Ramsar, Irán, en 1971 y que tiene como prioridad proteger los humedales, estos espacios son todas aquellas extensiones de marismas, pantanos y turbe-ras o superficies cubiertas de agua, ya sean éstas de régimen natural o artificial, de forma temporal o permanente, de forma estancada o corrientes, dulces o saladas, incluyendo las extensiones de agua marina cuya profundidad en marea baja no exceda de 6 metros. Los tipos de humedales existentes va-rían de acuerdo a su localización, régimen de inundación o tipo de vegetación.

En la Amazonía peruana tenemos importantes ecosistemas de hume-dales, uno de ellos, el más extenso, es el conformado por los pantanos de palmeras, dominados por enormes extensiones de la palmera de aguaje Mauritia flexuosa. Los aguajales, tal como son conocidos en la región, se caracterizan por sus tierras inundadas periódicamente como resultado de la topografía, el mal drenaje o el desborde de los ríos. El aguaje está estrechamente vincula-do a la vida y cultura de los pueblos amazónicos, ofreciéndoles importantes beneficios, motivo por el cual, hace más de dos siglos, Alexander Von Humboldt la denominó “el árbol de la vida”. Mauritia flexuosa proporciona una fruta muy nutritiva y es la base económica de muchas familias que comercializan estas frutas en los mercados locales y regionales. Desde el punto de vista ecológico, el aguaje proporciona hábitat y recursos a diversas especies que conforman la vida silvestre de la región amazónica, asimismo, brinda importantes servicios ambientales, al almacenar grandes cantidades de carbono terrestre, con más de 600 toneladas de CO2 por hectárea, pudiendo almacenar en sus suelos entre 532 – 632 toneladas por hectárea (Guzmán, 2004; IIAP, 2006).

El fruto del aguaje es ampliamente consumido por sus propiedades nutritivas y beneficiosas para la salud. Presenta un elevado contenido de pro vitamina A, 5000 UI/g de aceite, y ácidos oleicos que son muy importantes en la alimentación humana, cantidad suficiente para eliminar la hipovitaminosis A que afecta a los niños desnutridos.

En el ámbito económico y comercial, el fruto del aguaje es el sustento económico de numerosas familias amazónicas que se dedican a su cosecha y comercialización.

Normalmente la cosecha se realiza talando la planta, un método destructivo que acelera la pérdida de variabilidad genética y el potencial de producción. La alternativa sostenible de cosecha consiste en subir la palmera sin necesidad de cortarla, el tiempo de ascenso (20-25 minutos) es similar al que toma talar la palmera. Además de evitar la muerte de la planta, los métodos de cosecha por ascenso permiten aprovechar la totalidad de los racimos y prolongar su vida útil (estimada en 40 años).

Mauritia flexuosa presenta una alta demanda en ciudades amazónicas como Iquitos, por lo que la producción no la satisface en su totalidad, generando mayor presión hacia los aguajales.

En este sentido, existen iniciativas que promueven la siembra de esta palmera. Una de ellas es la realiza-da por el IIAP en el vivero de la Estación Biológica José Álvarez Alonso, en la Reserva Nacional Allpahuayo Mishana. Asimismo, desde el año 2007, se viene sensibilizando a los estudiantes sobre la importancia del recurso, promoviendo la implementación de viveros escolares que permiten obtener plantones de aguaje que son donados a personas o comunidades que tienen el interés de sembrarlas en sus propiedades o terrenos. También se capacita a comunidades y productores en las técnicas de escalamiento de la palmera, lo que permite disminuir el impacto de la  tala  en  poblaciones femeninas de la especie. La extensión de este tipo de actividades por toda la Amazonía, permitirá reducir la presión hacia los bosques naturales de palmeras, minimizando los impactos ocasionados por la tala de las palmeras en los humedales de nuestra Amazonía.

© Rocío Correa – Dirección de Investigación en Diversidad Biológica Terrestre Amazónica – DBIO

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